Hermosas cartas de amor para mi novio, son ejemplos de cartas amorosas al hombre que amamos. Generalmente las mujeres somos más sensibles y románticas, hacemos cartitas decoradas y nos esmeramos por hacerles ver que pensamos en ellos. Las palabras que salgan de nuestra alma siempre serán las más agradecidas por ellos, vertidas en un papel a nuestro puño y letra. Si quieres darte ideas de cartas de amor para mi novio, sigue leyendo este artículo.
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Lo más importante es que puedas transmitir lo que sientes; es cierto que a veces es complicado desmenuzar todo lo que sentimos e ir narrando a detalle lo que pasa dentro de tu corazón. Por eso estás en el sitio correcto para darte ideas, ver ejemplos y sentirte inspirada de escribir. El mejor consejo que puedo darte es que sueltes la pluma y luego pongas en orden tus pensamientos. Esto se logra escribiendo todo lo que pasa por tu mente aunque no tenga algún orden lógico, aunque escribas con fea letra o con faltas de ortografía, realmente eso no importa siempre que puedas liberar ese bloqueo de escritora.
Verás que al principio te toma tiempo, pero luego estarás escribiendo a mil por hora todo lo que pasa por tu mente y tu corazón. A veces son frases u oraciones sueltas, notas por aquí y por allá, inicios muy poéticos acompañados de palabras muy cotidianas, y lo mejor es que todo es válido. No te critiques ni te juzgues por pensar, escribir o sentir algo, contigo misma eres libre de escribir lo que te plazca y ser tú misma.
Ahora toma las ideas que más te gustaron, las frases que te inspiraron y estructúralas en una carta. Las cartas de amor para mi novio pueden estar compuestas de muchas formas. Fecha, dedicatoria y cuerpo de la carta. O ser algo totalmente original y nunca antes visto pero con todo el cariño. Hay quienes escriben en forma de espiral o quienes lo escriben en forma de espejo, y vaya, aunque demanda mucho tiempo, es también una manera de hacer especial lo que podría ser simple.
Ideas de cartas de amor para mi novio
Tipografía
Busca un tipo de letra interesante, medieval, japonesa, punk, romántica, etc., si deseas escribir tu carta en computadora será más fácil, pero si la escribes a mano aunque te llevará más tiempo, el arte que le dedicaste será bien agradecido. Inspírate en alguna letra que le guste.
Papel
Cambiar la hoja del cuaderno es siempre inspirador. En las papelerías grandes encontrarás muchas propuestas de tipos de papel, desde tipo pergamino, cebolla, con impresiones animadas, con textura, metálicas; las opciones son infinitas así como el tipo de sobre que usarás. En los foros de scrapbooks te puedes dar una gran idea de qué hacer con el papel y cómo hacer formas.
Originalidad
Como lo mencionábamos arriba, puedes hacer cosas innovadoras. Si por ejemplo elegiste una letra tipo japonesa, puedes optar por un papel blanco tipo arroz y con un pincel fino y tinta china, redactar tu carta de arriba hacia abajo y de derecha a izquierda tal y como escriben los japoneses. Otro ejemplo es que si te gusta la tipografía medieval, tomas un papel tipo pergamino, escribas la carta, lo envejezcas con café y pimienta de cayena en acrílico mate, y lo dejes secar para sellar con lacre.
Mensaje
La apariencia importa pero el contenido es lo más importante. Una vez que sepas qué decir los adornos están sobrados. Es hermoso tener alguien a quién decirle todo lo que pasa por nuestra mente, compartir nuestro corazón, nuestras ilusiones. Hablar de los sueños compartidos, los fallos que queremos enmendar, las horas de desvelo que pensar en él nos trae, la manera cómo nuestro mundo tiembla cuando nos tratan con tanta ternura y amor.
Ejemplos de cartas de amor para mi novio
Este es el ejemplo de una carta que escribe una mujer a un amor pasado que la lastimó, el romance está escondido entre líneas y tiene muchas frases que serán útiles al momento de escribir tus deseadas cartas de amor para mi novio, o una carta de perdón o una carta de tristeza al amor.
Mi querido novio, no sé cuántas veces soñé con hablarte de nuevo de este modo, tanto tiempo que ha pasado y tú y yo aún no podemos superarnos. Cada uno hizo su vida, porque así es como debía ser. Las circunstancias nos separaron, también nuestras familias, en especial la tuya que no se cansaba de decirte que yo era una mujer mala, que te decaería mi compañía, que tú eras bueno e ingenuo; pero tú me mirabas y sabías perfectamente quién era yo. Una simple muchacha con deseos de explorar el mundo, ser libre, volar, correr, nadar, amar y ser amada; yo no le temía a nada, me creía capaz de conquistarlo todo, superar todo, lograrlo todo, hasta que derrumbaste mi vida.
Es verdad que me hiciste más fuerte, tu amor me daba fortaleza, pero también me hiciste más débil al irte de mi lado. Ahí en la cúspide de mis sueños, que por tanto está de más mencionar que también era la cúspide de mis miedos, tú no escalaste conmigo. Me miraste desde abajo con tu amor simulado y pateaste cada peldaño con tu nombre; mi pirámide se tambaleó hasta que me derrumbé al suelo junto con tu poco honor. Recuerdo tanto la cara de tu madre y tu padrastro aquel día, preguntándome si aquellos peldaños eran reales, si no los había imaginado. Y luego la cara de tus hermanos, esos pequeños sin guía y abandonados. Ellos me querían y yo los quería a ellos, te lo digo, los extrañé cuando me hiciste partir, y a veces aún me los imagino entre la multitud por la que transito. Ahí, formados frente a la puerta de salida, aún tuve el coraje de despedirme de cada uno de ustedes con un humilde abrazo y un beso. Les agradecí yo no sé qué, acaso el poco amor que me dieron, y es que aunque me culparon de ser una mala persona, en realidad no soportaban que yo fuera tan buena, tan valiente, con un corazón tan hermoso.
Y sí, cada uno hizo su vida. Al poco tiempo de perderte, de perdernos, aún fantaseaba con que un día de estos llegarías a mi puerta de rodillas ofreciéndome una disculpa por tu cobardía, que con lágrimas me dirías que fuiste un estúpido y yo, sin rencor ni orgullo, ahí mismo te perdonaría, pero ese día nunca llegó. Te llamaba por teléfono, intentando encontrarte, pero siempre te hacías el desaparecido, el ausente, el mudo… ¡Que cobarde amor mío! ¡Que cobarde fuiste y que poco me regresaste, con qué moneda me pagaste! Cuando en casa me vieron sufrir de amor por ti, mi padre me envío lejos al rancho y tan sólo los animales y la naturaleza fueron capaces de sanarme, aunque las lágrimas llegaban de noche, se disminuían en el día hasta que ya no llegaron más. Me hiciste tanto daño, me hiciste creer que yo fui la culpable, la única involucrada, la única que creyó en lo nuestro y dio su amor.
Un amigo de aquel tiempo, se acercó a las ruinas en que me convertí, tomó cada pedazo roto, lo sacudió y lo más salvable lo colocó en su sitio, mientras que aquello que estaba más destruido, con su amor lo reconstruyó. Me volvió a la vida y aprendí a amarlo, y digo “aprendí” porque me dejaste sin nada. Sin confianza, sin amor, sin fuego. Él me enseñó a hacerlo de nuevo, a cometer errores y ver que la vida tiene un plan perfecto, a caminar hacia adelante, de la mano de alguien que valora de mí cada aliento, cada lágrima, cada risa, cada nuevo despertar. Tenemos muchos años juntos, casi el mismo número de años que llevamos tu y yo separados. Y qué alivio y que bueno. Tenemos una hermosa hija, misma que algún día tú rechazaste, y ella ama a su padre.
Son las cosas que pasan amor mío, hoy te tengo de frente y puedo decírtelo, tú soltaste mi mano antes; como bien decía la sabia Mary Ann Evans: “El mejor fuego no es el que se enciende rápidamente” tú y yo fuimos una llamarada que me quemó hasta los huesos y me dejó sin nada, pero capaz de construir desde las cenizas un amor más perfecto con un hombre que es digno del adjetivo que en tu caso debería ilustrarte como sustantivo.
Pero esta carta no es un reclamo solamente, siempre tuve ganas de escupirte de frente todos tus errores, revindicada de mi supuesta culpa y maldad, ponerte un espejo de frente y hacerte vivir con ello hasta tu muerte; no, no es sólo eso. También es una carta de agradecimiento, por el bien que sin quererlo trajiste a mi vida. De no ser por ti, no habría conocido la felicidad verdadera, nunca habría abierto los ojos para ver mi propio ser brillando luego de rehabilitarse del accidente que fuiste. Tú fuiste mi fondo, pero yo misma fui mi luz al final del camino; tú fuiste mi moraleja y yo misma me convertí en mi ejemplo; tú fuiste sí, un maestro; pero yo soy la alumna que lo supera; tú fuiste el amor de mi vida durante aquella vida, hoy nadie puede amarme más ni mejor que yo misma. Gracias por eso.
Mi querido estúpido, siempre amaré esos pequeños fragmentos tuyos que guardo en un cofre de recuerdo, como quien atesora las piezas de la taza de porcelana de la abuela, como quien intenta pegar con la resina más barata la escultura más fina; así yo atesoro tus vestigios de quién fuiste en mis recuerdos, el único lugar donde puedes ser especial y donde el viento no destruye lo humano. El único lugar donde eres mejor que tú mismo. Tu amor en mí se hundió como el majestuoso Titanic, de cuyos sobrevivientes sobreviven sus recuerdos; y que quien desea contemplar al menos una idea de lo que fue, debe ir al doloroso océano y llegar tan hondo que cae muerto. Ahí vives tú, en la profundidad mortífera de mi ser, congelado en mis recuerdos.
Aún estás sin camisa sobre la cama del cuarto de invitados, invitándome a tu boca; en el confín de la cocina oliendo mi cabello, caminando juntos hacia la escuela de medicina, riendo temeroso de desafiar a tu madre, tomando mi bolsa y hurgando en el libro que leía en aquel tiempo, mirando una película en la sala de mi casa cuando fingiste que irías a acampar con tus compañeros… la tina vieja, el sofá polvoso y lo antiguo de tu tienda, así en mi mente lo viejo sigue tan igual de viejo, y tú sigues siendo joven y bello. No soportabas la competencia con tu hermano, tener a tu padre lejos, hacerte responsable de tus hermanitos mientras tu madre se revolcaba con el “nuevo”; ¡pobre de ti, cuánto habrás sufrido! pero que tonto, yo era tu salida a esa vida miserable que llevabas, te habría ido bien, pues todo aquel que es gentil conmigo siempre goza de buena suerte, en cambio tú, mi amado idiota, no supiste reconocer la oportunidad de tu vida cuando la viste, la palpaste y te amó. No pudiste.
Hasta nunca mi siervo, hasta nunca. Ya no te debo ni un segundo más de mi existencia, con esta carta todo se cierra, el pacto que rompiste, las cosas que me robaste, el alma que transformaste, todo, todo se cierra. Ni una vida más contigo, el karma te lo llevas tú, no más consecuencias debido a ti, yo ya estoy curada, para mí en la vida no ha habido más que alegrías, gozos, celebraciones y ovaciones, porque ese es mi designio, mi derecho, mi apremio. Tú en cambio, te dedicas a sufrir porque es lo que para ti mismo has construido, y déjame decirte que no lo lamento, tampoco lo festejo, simplemente lo entiendo. Del mismo modo en que tú alguna vez usaste tu silencio para despedirte, yo para ti mi vida, ya no tengo más palabras, ni más amor, ni más energía, sólo recuerdos tuyos, en fragmentos rotos.
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