La reina Isabel de Inglaterra es probablemente uno de los personajes más reconocidos de la historia a nivel mundial.
Nacida en 1533, fue hija de Enrique VIII y de su segunda esposa, Ana Bolena, famosa por ser la primera soberana que murió decapitada cuando su hija tenía 3 años de edad.
También fue conocida como la Reina Virgen, la Buena o Gloriana, ya que se consideraba que se encontraba casada con Inglaterra.
Su régimen se caracterizó por más de medio siglo de estabilidad, después de los cortos y tumultuosos reinados de sus hermanos y prima.
Siempre impecable y opulentamente vestida, Isabel era muy querida por su pueblo.
A pesar de ser de constitución delgada y de piel traslúcida, tuvo las agallas de derrotar al ejército más poderoso de la época, la Armada Española, convirtiéndose en una leyenda.
Además de ello, hay cosas de su vida que probablemente desconozcas. A continuación te las presentamos.
1. Nunca debió ser reina
Aunque la reina Isabel es considerada entre los mejores monarcas de la historia, si se hubiese cumplido la voluntad de su padre, jamás se hubiera sentado en el trono, pues él la desconoció durante gran parte de su infancia y fue tildada de bastarda.
Además, en aquellos tiempos la sucesión favorecía a los varones. Isabel tuvo tres hermanos que eran elegibles al trono por encima de ella:
- Henry Fitzroy, hijo ilegítimo de Enrique VIII que murió a los 17 años y antes que su padre.
- Eduardo III, que subió al trono al morir su padre a la edad de 10 años y que murió de causas naturales 6 años después.
- María Tudor, hija de Catalina de Aragón, que defendió el catolicismo y persiguió a los protestantes violentamente, ganándose el sobrenombre de Bloody Mary (la sangrienta María). Murió luego de 5 años de reinado, afectada de tuberculosis.
A ellos se les anexó Juana Grey, prima de Isabel y segunda soberana mujer, quien fue coronada tratando de evitar que la católica María Tudor se convirtiera en reina.
Juana Grey fue decapitada a la edad de 16 años para impedir su posible pretensión al trono, al ser derrocada después de 9 días como monarca.
La única razón de que Isabel se volviera contendiente al trono es que su última madrastra, la reina viuda Katherine Parr, intercedió para que fuera reconocida como hija legítima de Enrique VIII.
2. Fue una hija devota
Ana Bolena no fue un personaje muy popular en la Corte Inglesa, motivo por el cual existe el concepto errado de que Isabel compartía el mismo odio por su madre que los demás.
Esta afirmación se apoya en que rara vez la mencionó en vida y, sin embargo, su padre era blanco de sus halagos constantes.
No era que se avergonzara de su madre, sino que no era conveniente despertar rencillas hablando de una persona que en aquella época todavía era llamada “la gran ramera” ni recalcar que ella era digna hija de su padre y legítima heredera al trono.
No obstante, siempre hubo maneras menos verbales de demostrar su afecto. Por ejemplo, en el retrato de su adolescencia portaba el famoso collar de la “A” de su madre, revelación que no hubiese sentado nada bien a su padre de haberlo averiguado.
Durante su reinado, Isabel se aseguró de que sus familiares maternos obtuvieran puestos de renombre en la corte y llevaba un camafeo con una miniatura de ella junto a la de su madre.
3. Apodaba a sus cortesanos
A pesar de que nunca contrajo matrimonio, Isabel era muy coqueta y admiraba la belleza masculina.
Se rodeaba de jóvenes guapos y entretenía a varios príncipes que aspiraban a resquebrajar su voluntad para finalmente contraer nupcias con ella.
No era raro que Isabel usara su feminidad para controlar al parlamento dominado por hombres y les dio apodos juguetones a sus favoritos.
Los más famosos fueron los que le dio a su ministro (“Mi espíritu”), a un supuesto amante (“Mi ojo”) y al duque de Anjou (“Mi rana”).
4. Le gustaba ser el foco de atención
No le era extraño utilizar tácticas fraudulentas para opacar a sus rivales.
A Isabel le gustaba ser el centro de la atención y aunque durante su juventud se convirtió en la novia más deseable de Europa, no vacilaba en coquetear para manipular las cosas a su favor.
A medida que su encanto se fue desvaneciendo, utilizó estrategias algo dudosas para mantener la atención masculina. Incluso obligó a sus damas a vestir únicamente de negro o blanco, mientras sus ropajes eran en extremo lujosos y de vivos colores.
Este mandato generó una anécdota que pasó a la historia.
Durante la visita de un noble francés, la reina le pregunto cuál era su opinión de las jóvenes. Al verlas todas de un monocromático blanco, mientras que Isabel iba en dorado, contestó: “Imposible juzgar a las estrellas contra el sol”.
Sobra decir que la reina se deleitó con la respuesta, pues pasaba buena parte del día engalanándose para tener una imagen de impacto.
Era extremadamente exigente con su apariencia y con los años se tardaba más en lograr el perfil deseado.
5. Tardaba horas en arreglarse
La reina Isabel era aclamada por su magnificencia y elegancia. Por años su glamour atemporal fue alabado profusamente al igual que su piel perfecta y blanca.
Era considerada como una beldad icónica de su tiempo y sus apariciones en la corte eran ensalzadas y celebradas equivalentemente a obras de teatro.
Su belleza fue inmortalizada en poemas y numerosos retratos; esto no era simplemente vanidad.
En aquella época se pensaba que la hermosura amplificaba el poder femenino, por lo tanto, consideraban su apariencia como la confirmación de su derecho a la corona.
A consecuencia de cinco décadas en el trono, la joven cara de la reina se fue deteriorando. Perdió el resplandor y grosor de su cabello, se le arrugó el rostro y se le pudrieron los dientes como resultado de la alta ingesta de azúcar.
Era la misión real de sus damas de compañía el ocultar todas sus imperfecciones y de maquillar su rostro afectado por la viruela.
Al final de sus días se reporta que la reina tardaba más de 4 horas en el ritual de vestirse y acicalarse, además de que pasaba casi el mismo tiempo preparándose para ir a la cama.
Al principio, Isabel utilizaba pelucas y extensiones del tono de su pelo, pero al empezar a encanecer se volvieron indispensables para ocultar el paso de los años.
Eventualmente, también le fueron aplicando cada vez más maquillaje y sus manos, cuello y cara eran pintados con ceruse. Este ungüento se trataba de una mezcla de plomo blanco y vinagre.
Desgraciadamente, aunque los efectos inmediatos eran sorprendentes, un historiador comentó que las damas que lo utilizaban se marchitaban rápidamente al destruir la humedad natural del rostro.
También coloreaba sus labios con una pasta roja fabricada con la cera de las abejas y se delineaba los ojos con kohl.
La reina insistía en usar este y otros maquillajes riesgosos para ocultar los estragos del tiempo y solamente sus damas de compañía más cercanas tenían acceso para ver su apariencia natural.
Otra anécdota que pasó a la historia fue que en una ocasión el impetuoso conde de Essex irrumpió en su alcoba antes de que estuviera arreglada.
Isabel jamás le perdonó que la comparara con un cadáver torcido y no hizo nada cuando fue acusado de rebelión y decapitado años después.
6. Algunos dicen que era hombre
Isabel pasó a la historia bajo el sobrenombre de la Reina Virgen, aunque a inicios de su régimen se esperaba que contrajera matrimonio.
Pero conforme el tiempo transcurrió, surgieron rumores afirmando que había una razón secreta que le excluía de contraer nupcias.
Una de las teorías más populares afirmaba que la reina tenía un “problema femenino” que le impedía ser madre.
El rumor fue tan sonado que un embajador extranjero pagó una suma exorbitante a una de las lavanderas del palacio para verificar el ciclo menstrual en las sábanas reales.
Un comentario completamente opuesto decía que la verdadera razón de que la soberana se negara al matrimonio es que se trataba de un hombre.
Decían que la reina Isabel había muerto siendo niña y fue remplazada por el único infante pelirrojo que encontraron en el momento.
El hecho de que se trataba de un impostor hizo que el muchacho pasara la vida fingiendo ser una mujer. A esta teoría se le denominó Bisley Boy y lo más extraño de ella es que haya perdurado tanto en la historia siendo tan poco confiable.
7. Reina y estrella de la pantalla
La reina Isabel ha aparecido caracterizada en más películas que cualquier otro monarca de la historia. Las más importantes son:
- Los amores de la reina Isabel, Sarah Bernhardt en 1912
- La vida privada de la reina Isabel y Essex, Betty Davis en 1939
- La reina Virgen, Betty Davis en 1955
- La serie de televisión Isabel R, Glenda Jackson en 1971
- Orlando, Quentin Crisp en 1992, inspirada en la conspiración de Bisley Boy
- Elizabeth, Kate Blanchet en 1998
- Shakespeare enamorado, Judy Dench en 1998, cuya actuación le mereció el premio Oscar
- Elizabeth: La edad de oro, Kate Blanchet en 2007
- Isabel I (miniserie televisiva), Helen Mirren en 2005
Entre muchas otras apariciones menos relevantes en cine y televisión.
Estas tan solo son 7 cosas que te pueden sorprender, pero la historia de este personaje puede ser más compleja, curiosa y misteriosa de lo que te contamos.
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